Cuando la suegra de Lucas, Catherine, reaparece después de diez años, él y Emily se quedan perplejos. Sin embargo, Emily quiere aprovechar el momento y permitir que conozca a Allison, la hija de ambos. Pero las cosas se tuercen rápidamente cuando la pareja se da cuenta del daño que está haciendo.
Sabía que cuando me casara con Emily, su familia la dejaría. Yo no era lo que esperaban. No procedía de una familia prominente, ni tenía un gran saldo bancario.
“No me importa, Lucas”, dijo Emily. “Siempre creen que saben más, pero esta vez se equivocan”.
Después de nuestra boda, los padres de Emily desaparecieron de su vida: sólo reaparecían para desearle un feliz cumpleaños por mensaje o para enviarle una tarjeta de Navidad con una serie de fotografías de ellos mismos.
Pareja de la mano | Foto: Unsplash
Siempre me pregunté si eso le molestaba a Emily, al fin y al cabo eran sus padres.
“No”, me dijo un día que le pregunté. “Ellos eligieron dejarme, no al revés”.
Han pasado diez años, y Emily y yo hemos florecido. Nuestras carreras han despegado, por lo que estamos las finanzas no son una preocupación. Y tenemos una hija, Allison, de nueve años.
Como mis padres viven en otro país y los de Emily han desaparecido, Allison sólo ha contado con sus padres y nuestros amigos más íntimos.
Hasta hace poco.
Catherine, la madre de Emily, apareció sorpresivamente en nuestra puerta. Llevaba una cesta de fruta y una botella de vino.
Cesta de fruta | Foto: Pexels
“Emily”, dijo después de que la dejara entrar. “¡He vuelto!”.
La confusión de mi esposa se reflejaba en su rostro. Siguió cortando verduras para la cena y escuchó a su madre.
“He dejado a tu padre”, dijo Catherine. “Me he dado cuenta de que era él quien me alejaba de ti. No debí hacerle caso”.
Me encargué de cocinar y dejé que Emily se ocupara de su madre. Sabía que, a pesar de todo lo que mi esposa me había dicho a lo largo de los años, no rechazaría a su madre. La echaba de menos más de lo que podía decir.
Horas después, Emily y su madre se llevaban como la seda. La emoción de Catherine al ver a Allison parecía sana, pero no podía deshacerme de una molesta sensación en las tripas.
“Mamá”, le dijo Emily a Catherine. “Ali te ha tomado mucho cariño. Quizá podrías pasar más tiempo con ella. ¿Llevarla a tomar un helado e incluso cuidarla algunas veces?”.
Persona cortando verduras | Foto: Pexels
La respuesta de Catherine fue inesperada.
“Por supuesto, pero ya sabes que mi tiempo es valioso”, dijo con suficiencia.
Unos días después, Catherine dijo que estaba dispuesta a hacer de niñera.
“Pueden salir una noche o algo así”, dijo, acomodándose en nuestro salón.
Salimos de casa, y Emily estaba feliz y satisfecha de que su madre estuviera con Allison.
Sucedió varias veces en las semanas siguientes. Pero me di cuenta de que mi hija se había vuelto más reservada. Cuando le preguntábamos por su estancia con la abuela, siempre negaba con la cabeza.
Era una Allison muy diferente; ella solía ser una niña animada que se emocionaba con facilidad y hablaba con confianza.
Persona con un cesto de la ropa | Foto: Pexels
Entonces, Emily estaba revisando la habitación de Allison, juntando la ropa sucia, cuando encontró un papel arrugado.
Acabábamos de llegar a casa de una excursión con nuestros amigos, y Catherine había estado vigilando a Allison.
“¡Lucas!”, gritó Emily.
Inmediatamente corrí escaleras arriba y encontré a Emily mirando el dibujo mientras rebuscaba entre las cosas de Allison, buscando la cajita donde nuestra hija guardaba el dinero para gastos.
“No puede ser”, dijo Emily mostrándome el dibujo.
El dibujo de Allison representaba a Catherine llevándose el dinero de los ahorros de nuestra hija. Y comprobamos que la caja estaba casi vacía ahora, con unos pocos dólares doblados en una esquina.
“¿Crees que lo haría?”, preguntó Emily, con los ojos muy abiertos. “¿En qué otra cosa se gastaría Ali todo su dinero?”.
Niño sentado en el suelo dibujando | Foto: Pexels
“Sólo hay una forma de averiguarlo”, dije.
Bajé corriendo las escaleras, Emily justo detrás de mí, y encontré a Catherine preparada para salir, con el bolso al hombro.
“Abre el bolso”, le exigí.
“¿Cómo te atreves?”, exclamó Catherine, mirando a Emily en busca de ayuda.
“Hazlo, Catherine”, le dije.
De mala gana, Catherine abrió el bolso y allí estaba el dinero de Allison.
“Puedo explicarlo”, dijo.
“Más te vale”, dijo Emily, con voz helada.
Bolso abierto | Foto: Pexels
“Necesitaba una compensación. Te lo dije la primera noche y no me hiciste caso. Así que tomé dinero de Allison, pensando que se lo habías dejado a ella para mí”, dijo Catherine.
Emily se quedó boquiabierta.
“¿Agarraste a conciencia el dinero de una niña? ¿A tu propia nieta?”, espetó Emily.
“¿Sabías que Allison se niega a hablar de ti? Nunca habla de lo que hacen las dos. ¿Le dijiste que no nos contara nada?”, preguntó Emily.
Catherine suspiró y miró al techo.
“Sí. Le dije que no dijera nada”, confesó.
“Vete”, declaré. “Sal de esta casa y no vuelvas nunca”.
Catherine miró desesperada a Emily, que se negó a establecer contacto visual con ella.
“Ya has oído a Lucas”, sentenció Emily.
Mujer en una silla | Foto: Pexels
Después de aquello, nos sentamos con Allison y la tranquilizamos diciéndole que podía contarnos la verdad. Nos explicó cómo Catherine había encontrado su caja cuando la acostó en su primera noche de niñera.
“Me dijo que no dijera nada”, murmuró Allison.
Emily y yo decidimos llevar a nuestra hija a terapia, sólo para asegurarnos de que estaba bien, mentalmente. No sabíamos qué daño podía haberle hecho esta confusa experiencia.
Han pasado unas semanas y Allison ha vuelto a ser la de siempre. Y le hemos prometido que no volverá a ver a Catherine.
Niña con un conejo | Foto: Pexels
¿Qué habrías hecho tú?
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