Jacobo era voluntario en un orfanato. Un día, una niña le preguntó si había venido a buscarla, y él no supo qué decir. Cuando descubrió la razón, lloró por primera vez en mucho tiempo y tomó una importante decisión.
“Ha sido un día normal, Sr. Machado. Pero tenemos una niña nueva, y es adorable. Estoy segura de que será adoptada pronto”, dijo Kara, empleada del Hogar Infantil La Gloria.
Jacobo había sido voluntario en el orfanato por años. Él fue adoptado cuando era bebé, y tuvo una vida muy exitosa. Ahora quería ayudar a niños en situaciones similares, aunque no estaba listo para ser padre.
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En realidad, Jacobo ni siquiera sabía si alguna vez sería padre, especialmente con su novia, Miriam. Ella había estado insistiendo en que se casaran pronto, pero ponía mala cara cada vez que él hablaba de su trabajo voluntario.
Unas noches atrás, durante una cena en restaurante, Jacobo había invitado a Miriam a pasar por el orfanato durante una jornada de puertas abiertas, para que viera a los niños y el trabajo que él hacía por ellos. También le preguntó sobre su futuro.
“No lo sé, Jacobo. Si llegamos a tener hijos, creo que nunca adoptaría. Prefiero tener uno mío. Aunque sería horrible eso de estar embarazada”; respondió Miriam con cara de asco.
“Ya va, no me malinterpretes. No estoy listo para ser padre, pero yo fui adoptado, Miriam. Siento que debo devolver el favor”, respondió Jacobo, mirando a su novia a los ojos. No entendía su actitud tan fría.
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“Yo sé que fuiste adoptado, Jacobo. Pero eso no significa que tú también tengas que hacerlo, ¿o sí? No firmaste ningún contrato ni nada”, dijo la mujer.
“Además, ¿qué importa? No tenemos que hablar sobre esto por ahora. Hay mucho tiempo para decidir. Quiero viajar por el mundo antes de pensar en eso”, dijo Miriam.
“Tú eres la que habla de matrimonio todo el tiempo”, respondió Jacobo, poniendo sus cubiertos en su plato y colocando sus manos sobre la mesa. Estaba muy confundido.
“El matrimonio no significa niños hoy en día, Jacobo. Podemos ser una pareja sin hijos y viajar por el mundo. Pero bueno, eso no importa. Estoy cansado de esta conversación. Háblame de la gala benéfica”, dijo Miriam, cambiando el tema bruscamente.
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Jacobo suspiró. Recogió sus cubiertos y siguió comiendo mientras Miriam discutía los pormenores del evento. A ella no le gustaba mucho el voluntariado, pero adoraba las galas y fiestas.
“Sr. Machado, ¿me está escuchando?”, preguntó Kara, agitando una mano frente a su rostro. Jacobo volvió a la realidad. “Sí, por supuesto. Disculpe. Estaba pensando en algo. ¿Qué me decía?”, preguntó, arreglándose la corbata.
“Le contaba sobre la niña nueva. ¿Quiere verla?”, preguntó Kara. Jacobo no tuvo tiempo de responder. En cuestión de segundos, una niña corrió hacia ellos y sujetó la pierna del hombre firmemente.
Jacobo estaba sorprendido, confundido, y encantado. No sabía qué hacer con la niña adherida a su pierna. Kara reía y reía. “¡Papá! ¿Viniste por mí?”, dijo la niña, viendo a Jacobo a los ojos con una gran sonrisa.
Jacobo quedó boquiabierto. “No, Mia. Ese no es tu papá”, dijo Kara. Pero la niña la ignoró por completo. Tomó a Jacobo de la mano y lo condujo a una sala llena de juguetes y material escolar.
“¡Ven conmigo, papá! Hice un dibujo de nosotros. ¡Siéntate, siéntate!”, dijo Mia. Jacobo le hizo caso, se sentó en el suelo junto a ella, y se puso a ver sus dibujos.
La niña le fue explicando quiénes eran las distintas figuras de palitos que había dibujado. “¡Ese eres tú, papá! Y esa soy yo… esta es nuestra casa en el campo. ¡Tenemos MUCHOS animales! ¡Como un pollo, y un perro grandote!”, dijo Mia.
“Pero me faltaron cosas. Se me olvidó el sol. Espera un momento”, dijo la niña, y se puso a dibujar alegremente sobre el papel, agregando varias cosas.
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Jacobo sonrió. La niña se veía tan feliz. Le hizo algunas preguntas sobre su dibujo para mostrar interés. “Mia, ¿por qué crees que soy el hombre del dibujo?”, preguntó con curiosidad.
“Porque mi mamá me lo dijo. Mami estaba muy enferma, pero ella me dijo que tenía que irme con Kara para que me cuidara, y que mi padre me iba a encontrar”, explicó la niña, sin dejar de dibujar.
“Mamá dijo que ella no podía venir conmigo, porque estaba enferma, el doctor la tenía que cuidar. ¡Pero ella tenía razón! ¡Estás aquí! ¡Viniste por mí!”, exclamó la pequeña.
Mia lo miró con ojos llenos de tanta esperanza que él no pudo decir nada. Simplemente asintió con la cabeza, y le dijo que esperara allí un momento.
Se levantó del suelo y se alejó un poco, para que ella no lo viera llorar. No quería que nadie en el orfanato lo viera así, pero no pudo contener las lágrimas.
Kara estaba sentada haciendo papeleo, y notó las lágrimas de Jacobo. “Ay, Sr. Machado, disculpe. No pensé que Mia lo fuera a afectar tanto. Lo siento”, dijo la empleada.
Pero a Jacobo no parecía importarle nada de eso. Secándose las lágrimas con un pañuelo, le preguntó a Kara por la situación de Mia: “¿Su madre murió?”.
“Sí, señor. Los detalles están en su archivo. La mamá de la niña tenía una enfermedad terminal, y murió en el hospital. El certificado de nacimiento de Mia no menciona a su padre en ningún lado. No sé por qué cree que Ud. es su padre”; dijo Kara.
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“Yo sí sé por qué”, dijo Jacobo. “Es porque soy su padre. Empecemos con el papeleo, Kara. Me llevaré a esa niña a casa, si el Hogar Infantil me lo permite, por supuesto”.
Fue una decisión impulsiva, pero Jacobo no quería dejar a Mia sola en ese orfanato ni un segundo más. Puede que no estuviera preparado para ser padre, pero el destino había intervenido.
Tras consultar a sus superiores, Kara le dijo a Jacobo que tomaría varios días procesar la adopción. Además, sería necesario coordinar una inspección de su casa antes de que pudiera llevársela.
Sin embargo, todos en el orfanato conocían a Jacobo, por lo que era una mera formalidad. Kara estaba segura de que su aplicación sería aprobada.
Pero no todos estaban felices por la decisión. Miriam hizo un escándalo esa noche cuando Jacobo le dijo lo que había hecho.
“¡NO ME PUEDES HACER ESTO! ¡Somos pareja! ¡Tenemos que tomar estas decisiones JUNTOS! No voy a tolerar esto. ¡O ES LA NIÑA, O SOY YO! ¡ESCOGE!”, gritó la furiosa mujer.
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En ese momento, Jacobo sonrió. Nunca había tenido que tomar una decisión tan fácil. “La elijo a ella. Vete de mi casa, Miriam. Terminamos”, dijo, aún sonriendo.
Miriam quedó boquiabierta. Jacobo salió de la alcoba para darle espacio para recoger sus cosas y empacar. Cuando Miriam salió con sus maletas, esperaba ver a Jacobo listo para suplicarle que no se fuera.
Para su sorpresa, él estaba muy tranquilo, sentado en el sofá. Cuando llegó su Uber y estaba a punto de irse, le dijo a Jacobo que se arrepentiría de su decisión.
“Improbable”, respondió Jacobo, aún sonriendo.
Menos de una semana después, los papeles de la adopción habían sido procesados. Mia se mudó a su casa y Jacobo se convirtió en un padre increíble.
“Supongo que nadie está listo para ser padre, hasta que simplemente te toca”, se dijo a sí mismo un día, reflexionando sobre lo rápido que había pasado todo.
Jacobo siguió siendo voluntario en el orfanato por años, y ayudó a muchísimos niños en su tiempo libre. Cuando Mia era adolescente, Jacobo empezó a salir con Kara, y al tiempo se casaron.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Algunas decisiones impulsivas pueden ser para bien. Jacobo decidió adoptar a Mia en un instante, y dejó a su novia sin pensarlo dos veces. Jamás se arrepintió.
- La gente siempre te demuestra su forma de ser. Presta atención. Jacobo no veía todas las señales de alerta sobre Miriam. Pero su impulsiva decisión lo ayudó a ver todo claramente.
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