Cada día durante 10 años un hombre se sienta en una silla junto al mar: un día dos niños ven la silla vacía – Historia del día

Dos hermanos veían todos los días a un hombre sentado en una silla junto al mar. Un día, se inquietaron cuando encontraron la silla vacía y decidieron averiguar por qué.

Andrés, de 8 años, y Pedro, de 10, visitaban la playa con su madre Alicia todos los días. Caminaban juntos por la orilla, disfrutando de la brisa marina.

Durante sus paseos diarios, se encontraban con un anciano que se sentaba inmóvil en una silla. Solo miraba las olas. “Mamá, ¿ese hombre está bien?”, preguntó Andrés en una oportunidad.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Sí, cariño. Simplemente, le gusta estar solo. La gente ha tratado de hablar con él, pero él siempre trata de evitar a las personas. No lo molesten”, respondió Alicia.

Los hermanos no pudieron evitar sentirse atraídos por el anciano. Tenían curiosidad por saber por qué se sentaba inmóvil en la misma silla todos los días.

Un día, pensaron en un plan para acercarse a él. Mientras jugaban a atrapar, lanzaron el frisbee en su dirección para poder acercarse. Cuando se toparon con él y se disculparon, el anciano dijo:

“La arrojaste aquí a propósito. Sé que lo hiciste… Tú”, dijo, señalando a Andrés. “Eres un gran lanzador”, comentó el hombre mientras señalaba a Pedro. “Son geniales atrapando. Así que sé que esto no fue un accidente”.

Los ojos de los hermanos se abrieron en señal de sorpresa. No sabían que el anciano también los había estado observando.

A pesar de que Alicia sabía que el hombre no hablaba con otras personas, permitió que los dos chicos mantuvieran una larga conversación.

Después de que se presentaron, Pedro finalmente hizo la pregunta que tanto deseaban hacer: “Señor, ¿por qué se sienta aquí todos los días a mirar el mar?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Bueno, aquí estoy esperando a mi hermano. Llevo 10 años sentándome aquí”, respondió. Andrés y Pedro se miraron. Estaban confundidos.

“Estábamos juntos en el ejército y nos separaron y enviaron a diferentes países. Esto sucedió hace mucho tiempo. La última vez que nos vimos, prometimos encontrarnos en el mismo lugar, aquí mismo, donde solíamos caminar con nuestra madre”, explicó el anciano.

“¿Esperas a tu hermano todos los días?”, preguntó Andrés. “¿Cómo sabes que vendrá?”, insistió el niño en su interrogatorio. El anciano sonrió ante la inocencia del chiquillo.

“Esa es la cosa. No sé si vendrá. He venido aquí durante los últimos 10 años. Vengo todos los días. Me dieron su placa de identificación del ejército, pero nunca lo encontraron. Todavía está desaparecido”, dijo.

Andrés y Pedro estaban sentados uno al lado del otro en ese momento. El anciano les dio unas palmaditas en la cabeza y dijo: “Es por eso que deben cuidarse unos a otros, muchachos. El amor fraternal es la fuerza más grande del mundo”.

Después de compartir su historia, el anciano se presentó como Walter Bermúdez. Los niños disfrutaron de su compañía que, desde ese día, se aseguraron de pasar tiempo con él, llevándole bocadillos y bebidas. Pasaban las tardes hablando y escuchando las historias que les narraba.

Un día, Walter y los hermanos se sorprendieron al verse caminando en la misma dirección de camino a casa. “¡Vivimos cerca el uno del otro!”, exclamó Pedro. Walter no pudo evitar sonreír.

“Supongo que sí, muchachito”, dijo el hombre mayor al tiempo que se despedía con la mano, mientras entraba a su casa.

Los dos niños ya se sentían extremadamente cercanos a Walter, después de días de hablar con él. Estaban tan conmovidos por su historia que decidieron usar las redes sociales para difundirla, con la esperanza de encontrar a su hermano.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Un día, fueron a la playa a buscarlo y contarle lo que habían hecho. Pero cuando llegaron allí, él no estaba en su lugar habitual. “¡Él viene aquí todos los días! ¡Todos los días! ¿Por qué no está aquí?”, le preguntó Andrés a su mamá.

“Esto no puede ser. Algo debe haberle pasado. Tenemos que ir a su casa”, dijo Pedro. Alicia los acompañó a casa de Walter para saber qué le había pasado al anciano.

Cuando llegaron allí, llamaron. Después de un par de segundos, Walter abrió la puerta. Los chicos exhalaron con alivio. “¡Walter! ¿Por qué no viniste a la playa hoy? ¿Te has rendido?”, consultó Andrés.

Walter estaba sonriendo. Detrás de él estaba un hombre muy parecido a él. Los dos niños se sorprendieron cuando el hombre gritó de repente: “¡SON ELLOS! ¡ESOS DOS NIÑOS PUBLICARON EN INTERNET! ¡LOS RECONOCÍ DE INMEDIATO!”.

El hermano de Walter, Jaime, lo encontró gracias a la publicación que Andrés y Pedro compartieron en las redes sociales. Walter sonrió y abrazó a los dos niños. “Gracias por encontrar a mi hermano después de cuarenta y cuatro largos años”, dijo, dándoles abrazos a ambos.

Resulta que Jaime había sido herido en la batalla en la que estaba y terminó perdiendo la memoria. Lo enviaron de regreso a su país y le diagnosticaron amnesia disociativa. Se trata de una patología causada por el estrés abrumador provocado por la guerra.

“Me dijeron que probablemente recuperaría la memoria lentamente o de una sola vez. En las últimas décadas, poco a poco comencé a recordar cosas como mi nombre de pila y donde vivía. Pero no tengo registrado nada lo suficientemente concluyente como para recordar mi antigua vida”, explicó Jaime.

En ese momento, Walter y Jaime sacaron sus placas de identificación del ejército de sus bolsillos y se las entregaron a los niños. Una para Andrés y la otra para Pedro.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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“Ya no necesitamos esto. Gracias a ustedes, nos hemos encontrado de nuevo. Son suyas ahora. Que sea un recordatorio para cuidarnos siempre unos a otros”, dijo Walter.

Como vivían cerca, los niños siempre visitaban a Walter y Jaime, quienes ahora vivían juntos y disfrutaban de su tiempo en familia.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

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