Fui a ver cómo estaba mi novio, preocupada porque estaba demasiado enfermo para devolverme el mensaje. Pero lo que encontré destrozó mi confianza e hizo que mi mundo diera vueltas. Días después, la última persona que esperaba se presentó en mi puerta y, juntos, empezamos algo que cambió mi vida para siempre.
Un fresco día de otoño, estaba sentada sola en mi pequeño y acogedor apartamento, con la luz del sol entrando débilmente por las ventanas.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Las hojas naranjas y rojas del exterior parecían burlarse de mi inquietud mientras miraba el teléfono, esperando a que mi novio, Jace, apareciera por fin.
Hacía días que no me visitaba, alegando que sólo estaba cansado, pero había algo en sus excusas que no me cuadraba.
Jugueteé con el dobladillo del jersey, golpeando ansiosamente el suelo de madera con el pie. Finalmente, me rendí y marqué su número. El teléfono sonó varias veces antes de que contestara.
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“¿Hola?”, contestó Jace, con voz grave y aturdida, como si acabara de despertarse.
“¿Estás durmiendo?”, pregunté, intentando disimular el nerviosismo de mi voz.
“Sí”, dijo, deteniéndose un segundo. “Siento no haberte enviado un mensaje. Me quedé dormido. No me encuentro muy bien, puede que tenga fiebre o algo”.
“Oh…”, dije en voz baja, sin saber qué más decir.
Tosió con fuerza al teléfono, haciéndome estremecer. “Mira, te enviaré un mensaje más tarde”, murmuró, con palabras apresuradas.
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“Apuesto a que…”, empecé, pero la línea se cortó antes de que pudiera terminar.
La frustración afloró mientras golpeaba la mesa con los dedos, con los pensamientos acelerados. Si Jace estaba realmente enfermo, no podía quedarme ahí sin hacer nada. Cuidaría de él, le gustara o no. Eso es lo que hacen las parejas, ¿no?
Cogí el abrigo y salí al aire fresco del otoño, decidida. El paseo hasta la tienda fue enérgico, de los que te hacen estremecer las mejillas.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Dentro compré fruta fresca, té y una caja de pastillas para la garganta, imaginando lo agradecido que estaría Jace cuando apareciera.
De vuelta a su edificio, pulsé el botón del ascensor, ajustándome la pesada bolsa que llevaba en el brazo. Normalmente subía por las escaleras, pero hoy no.
El ascensor zumbaba suavemente mientras descendía, y me distraje tarareando una melodía que tenía en la cabeza.
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Cuando se abrieron las puertas, se me paró el corazón. Allí estaba -Jace-, abrazando a una mujer que no reconocí.
Tenía la cara apretada contra su pecho y estaban tan cerca que se me revolvió el estómago. No era sólo un abrazo. Era algo más.
“Parece que te encuentras mejor”, dije, con la voz más alta de lo que pretendía, atravesando el silencioso pasillo.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
La cabeza de Jace se giró hacia mí y su rostro perdió el color. “Kate…”, tartamudeó, separando los brazos de la mujer. Se acercó a mí y me tendió la mano como si eso fuera a arreglar las cosas. “Puedo explicártelo”.
Abrió la boca, pero levanté una mano para detenerlo. “No lo hagas. No lo hagas. Si das un paso más o dices una palabra más, te juro que haré que te arrepientas”. Le arrojé la bolsa de la compra y la fruta se desparramó por el suelo.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Sin esperar su reacción, me di la vuelta y me alejé, con el corazón palpitando de rabia y asco.
No me persiguió, no intentó detenerme, y me alegré por ello. No merecía la pena. Ya no.
Habían pasado unos días desde que había pillado a Jace en el ascensor con otra mujer. No se había molestado en llamar, enviar un mensaje de texto o siquiera una patética disculpa.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Ni siquiera un simple “Lo siento, soy un imbécil y no te merezco”. ¿Era mucho pedir?
Me carcomía este asunto inacabado. No podía seguir adelante, no podía dejarlo ir, porque tenía la sensación de que seguía acechando en mi vida, como una sombra de la que no podía librarme.
Decidí que necesitaba un cierre, aunque eso significara enfrentarme a él. Así que le envié un mensaje de texto, con los dedos temblorosos de rabia. Al cabo de unos minutos, me contestó.
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@Jace:
Quedemos esta noche a las 18.00, en nuestro café.
Nuestro café. El lugar donde tuvimos nuestra primera cita. Estaba nerviosa. Aun así, acepté.
A las seis de la tarde, me senté en el reservado de la esquina, el que siempre elegíamos. El cálido olor a café y bollería me rodeaba, pero no me reconfortaba.
Cada vez que se abría la puerta, levantaba la vista, esperando verle. Pero Jace no aparecía.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
A las 7 de la tarde, estaba dando golpecitos con el pie debajo de la mesa, mirando el té frío que no había tocado. A las 8:00 estaba furiosa. Por fin sonó mi teléfono.
@Jace:
No puedo ir. No soporto verte así de triste.
Me quedé mirando la pantalla, atónita por su cobardía. ¿Qué significaba eso? ¿Qué no soportaba verme?
Era él quien me había engañado y, sin embargo, se comportaba como una víctima. Mi ira se desbordó.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Cuando por fin llegué a casa, la furia aún me ardía en el pecho. Subí las escaleras dando pisotones, murmurando en voz baja.
Entonces, al doblar la esquina, me quedé helada. Estaba delante de mi Apartamento. La mujer del ascensor. Parecía nerviosa, como si me hubiera estado esperando.
“¿Qué demonios haces aquí?”, grité, con la voz resonando en el pasillo. No podía creer que tuviera el valor de presentarse.
“Quiero hablar contigo”, dijo, con un tono tranquilo pero incómodo. “Siento que te debo… algo más que una conversación”.
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Me crucé de brazos con fuerza, fulminándola con la mirada. “Llegas unas horas tarde”, espeté. “No quiero tener nada que ver con ese imbécil. Quédatelo”. Me di la vuelta y tanteé las llaves, decidida a poner fin a la conversación.
“Ésa es la cuestión: yo tampoco lo quiero”, dijo ella, esta vez con voz más firme. Me detuvo en seco. “Por fin me he dado cuenta de cómo es en realidad y quería hablar con alguien que lo entendiera”.
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Vacilé, con la mano aún en el pomo de la puerta. Aquello era absurdo, una completa locura. Pero una parte de mí sentía curiosidad.
Con un profundo suspiro, me volví hacia ella. “Bien. Pasa -dije, empujando la puerta y haciéndome a un lado-.
Cuando entró, le pregunté: “¿Cómo te llamas?”.
“Ashley”, dijo en voz baja, con los ojos fijos en el suelo.
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“Kate”, dije presentándome de mala gana.
“Lo sé”, admitió, con el sentimiento de culpa reflejado en el rostro.
Me dirigí a la cocina y le hice un gesto para que me siguiera. “Vamos”, le dije. “Te ofrecería té, pero creo que esto requiere algo más fuerte”. Cogí una botella de vino de la encimera y la dejé en el suelo.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Ashley se sentó a la mesa, cruzándose las manos nerviosamente. “No sabías nada de mí”, empezó. “Pero sabía que existías. Jace me dijo que tenía novia, pero que eras horrible con él. Decía que le ignorabas, que flirteabas con otros hombres, que le hacías sentir que no valía nada”.
“¿Pero qué…? Eso es exactamente lo que me hizo a mí”. estallé, encolerizada.
Ashley asintió lentamente. “Ahora me doy cuenta, después de lo que pasó cuando nos pillaste. Pero entonces le creí. Pensaba que iba a dejarte y a estar conmigo”.
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“Parece que el muy imbécil nos engañó a los dos”, dije con amargura, sirviendo el vino.
“Por eso estoy aquí. No quiero que se salga con la suya”, dijo, con voz firme.
“¿Qué sugieres?”, pregunté, entrecerrando los ojos.
Ashley sonrió, con una sonrisa pícara. “Venganza”, dijo simplemente. “¿Sabes lo homófobo que es Jace?”.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Sus palabras me hicieron hacer una pausa, y la curiosidad se disparó a pesar de mi enfado. Y así fue como empezó todo.
Ashley y yo no perdimos tiempo en poner en marcha nuestro plan. Creamos varios perfiles para Jace en sitios de citas populares, elaborando cuidadosamente sus “intereses” y subiendo fotos que habíamos guardado de sus redes sociales.
Enviamos mensajes coquetos a hombres que parecían deseosos de conectar, haciéndonos pasar por el propio Jace.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
“Busco a alguien especial”, escribimos, terminando con un emoji guiñando un ojo. Incluso quedamos en su apartamento, eligiendo momentos en los que sabíamos que estaría en casa.
La idea de que abriera la puerta a desconocidos confundidos nos hacía reír hasta que nos dolían los costados.
En otro sitio, publicamos su número de teléfono con el eslogan: “¿Nocturno? Llámame entre las 2 y las 4 de la madrugada para divertirte”.
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Aunque no pudimos rastrear el número exacto de llamadas, los mensajes de texto que recibimos de Jace nos dijeron todo lo que necesitábamos saber. “¿Quiénes son estas personas?” “¿Por qué no deja de sonar mi teléfono?”. Su desesperación nos animó a seguir adelante.
La idea de la valla publicitaria fue el toque final. Encontramos espacio publicitario en las zonas más concurridas de la ciudad y diseñamos un cartel brillante y llamativo en el que aparecía la cara sonriente de Jace con la leyenda: “Busco un hombre al que apoyar y querer”.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Ver la primera valla publicitaria no tuvo precio. Nos chocamos los cinco en el Automóvil, imaginando su cara cuando lo vio.
Nuestros teléfonos zumbaban sin parar con mensajes y llamadas de Jace. ” Tienen que parar esto”, escribió. “¡Por favor, se los ruego!”.
Al final, respondimos.
@Yo:
Podemos dejarlo, pero con una condición.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
@Jace:
Haré lo que sea. Basta con dejarlo.
Le envié la cantidad suficiente para unas vacaciones de dos semanas en España. Cuando la transferencia llegó a mi cuenta, le envié un último mensaje.
@Yo:
Uy, hemos olvidado las contraseñas de las cuentas, y los carteles están prepagados para dos meses 🙂
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Tras enviar ese último mensaje a Jace, Ashley y yo bloqueamos su número. No había nada más que decir. Aquel momento me pareció extrañamente triunfal, como cerrar el capítulo de un mal libro que había estado leyendo durante demasiado tiempo.
Inmediatamente nos centramos en planificar el viaje. Unos días después, Ashley y yo aterrizamos en España.
El sol brillaba, el aire era cálido y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla era la banda sonora perfecta para nuestra nueva libertad.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Encontramos un lugar en la playa, nos estiramos en las tumbonas y pedimos sangría fría.
Ashley se volvió hacia mí con una sonrisa. “El mejor trabajo en equipo de la historia”, dijo levantando su vaso de sangría. Sonreí, sabiendo que tenía razón.
Había perdido a un novio horrible, pero había ganado una amiga estupenda. La venganza nunca fue tan dulce.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
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