Cada día niño llega a casa del colegio llorando hasta que su padre se presenta en el salón de clase – Historia del día

Cuando José decidió dejarse crecer el cabello, sus compañeros de clase comenzaron a burlarse de él. Uno de sus maestros incluso alentó algunas bromas en contra del chico. Pero un día, el padre de José se enteró de la situación e hizo algo impactante.

“¿Qué haces con esa cola de caballo? ¿Eres una niña pequeña?”. El Sr. Contreras se burló cuando José entró a su salón de clases el primer día. El resto de sus compañeros se rieron y José miró hacia abajo avergonzado.

Pero sabía que tenía que seguir haciéndolo crecer. Tenía sus razones. Nadie lo disuadiría, ni siquiera el peor maestro de la escuela. José había comenzado a dejarse crecer el cabello el año escolar anterior. Nadie le prestó demasiada atención entonces porque habían comenzado las vacaciones de verano.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pero ahora que había regresado, todos vieron lo demasiado largo que estaba su cabello porque lo llevaba recogido en una cola de caballo.

Desafortunadamente, los comentarios no cesaron y los otros chicos de la clase comenzaron a burlarse de él todos los días. El pobre niño de ocho años volvía a casa todos los días llorando, pero nunca les contaba a sus padres lo que estaba pasando.

Intentaron dejarlo pasar, y José comenzó a esconder sus lágrimas en el baño en algún momento.

Su maestra de arte, la Sra. Barrios, era algo nueva en la escuela y encontró a José llorando un día después de que todos se fueran al recreo. “José, ¿qué está pasando? ¿Por qué te dejas crecer el pelo?”, preguntó amablemente.

Finalmente, se sintió obligado a contárselo a alguien, y cuando terminó, la gentil maestra le dio un gran abrazo. “Tienes un corazón hermoso. Nunca dejes que nadie más cambie eso, ¿de acuerdo?”, dijo alentadoramente.

“Pero incluso el Sr. Contreras se burla de mí. No es justo”, murmuró José. Sus lágrimas finalmente se detuvieron, gracias a su amabilidad.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Algunas personas siempre serán abusivas, incluso cuando crezcan. Trataré de hablar con él”, respondió la Sra. Barrios, dándole palmaditas en el hombro.

“No le digas por qué. No merece saber nada. Esto es algo mío”, pidió José, mirando a la maestra con ojos serios.

“Por supuesto. Esto será entre tú y yo. Pero lo que estás haciendo no es nada de lo que tengas que avergonzarte”, aseguró la Sra. Barrios.

“Aun así. No quiero que sepan”, insistió el niño, y ella asintió con una leve sonrisa.

Durante los siguientes días, la Sra. Barrios habló con los maestros sobre la situación, pero la verdad es que no todos aprobaban el peinado. Pensaron que los padres de José estaban equivocados al no cortarlo.

La maestra de matemáticas, la Sra. Figueroa, se quejó: “Si se le permite dejarse crecer el cabello a los ocho años, se convertirá en un matón en la escuela secundaria. Los niños, especialmente los varones, necesitan disciplina a esta edad”.

La Sra. Barrios no tenía idea de qué más hacer. Ella no tenía antigüedad en esta escuela y el Sr. Contreras era el maestro más respetado allí. Además, no podía decirles la verdadera razón por la petición de José.

Tal vez llamar a sus padres sería una mejor opción, pensó. Si las cosas no mejoraban pronto, es posible que no tuviera otra opción.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Una noche, el padre de José, Pablo Paredes, llamó a su hijo desde la cocina de la casa.

“¡José, ven aquí!”.

“¿Qué papá?”, dijo José cuando entró al lugar. Él había estado haciendo su tarea.

“Tu maestra, la Sra. Barrios, acaba de llamar. Me contó todo. ¿Los niños se están burlando de ti? ¿Es por eso que has estado llorando todos los días después de la escuela?”, preguntó Pablo, arrodillándose ante su hijo y mirándolo a los ojos.

El chico hizo una mueca con los labios y sus ojos también se humedecieron. “No son solo mis amigos. El Sr. Contreras es el peor”, reveló José, sorprendiendo a su padre.

“¿Qué?”, exclamó Pablo, sorprendido. No podía creerlo. Conocía al Sr. Contreras y había hablado con él antes. Era un tipo mayor y un hombre muy respetado en su comunidad. Por supuesto, todos sabían que era conservador, pero él no creía que iría tan lejos como para burlarse de un niño por su cabello.

José asintió y su papá preguntó: “¿Por qué no les dijiste por qué te estás dejando crecer el cabello?”.

“No es asunto de ellos”, dijo el niño, y Pablo asintió esta vez. Era absolutamente cierto. Nadie más necesitaba saberlo.

“Tienes toda la razón, hijo. Pero sabes algo. Creo que es hora de cortar ese cabello. Finalmente, alcanzaste la longitud requerida y tengo un plan”, dijo Pablo, sonriendo a su hijo, quien se emocionó al saber que alcanzó su meta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pablo llamó a su esposa, Rosa, quien colocó el cabello de José en una cola de caballo adecuada y ella se lo cortó por completo, reservando el cabello para su plan particular. Pablo lo había estado grabando en su teléfono todo el tiempo e incluso le pidió a José que dijera algo para conmemorar el momento.

“¡Por fin, José! ¡Ya no pareces una niña!”, gritó el Sr. Contreras cuando el chico entró al salón de clase, pero no esperaba ver a Pablo allí también.

“Señor Contreras”, murmuró Pablo, mirando severamente al maestro.

“¡Oh! ¡Señor Paredes! Entonces, ¿finalmente le cortó el cabello a su hijo? ¡Felicidades!”, dijo el maestro con una sonrisa, extendiendo su mano para estrechar la de Pablo.

En lugar de estrechar la mano del maestro, el padre de José sacó su teléfono. Cargó el video que filmaron la noche anterior y se lo mostró al Sr. Contreras. Las cejas del maestro se levantaron mientras lo miraba, y Pablo comenzó a hablar para que todos los niños pudieran escucharlo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Señor Contreras, entiendo que ha estado alentando las bromas contra mi hijo. Nunca hubiera imaginado eso de usted”, dijo Pablo bastante molesto.

El hombre mayor tragó saliva y pareció emocionarse. “No tenía idea de que donaría su cabello a pacientes con cáncer”.

Los niños escucharon eso y se voltearon hacia José, con sorpresa y admiración.

“Sí, bueno. José no quería decírselo a nadie hasta que alcanzara su meta. Visitamos un hospital infantil e hicimos un trabajo voluntario hace unos meses. Le encantó y comenzó a dejarse crecer el cabello de inmediato”.

“Pero este año escolar, comenzó llegar a casa llorando porque todos se burlaban de él, incluido su maestro. ¿Cree que eso es justo, señor?”. El padre de José reprendió al hombre mayor, quien parecía extremadamente avergonzado por sus acciones.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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“Lo siento mucho, José. Sr. Paredes, no tenía idea. Mi nieta acaba de pasar por varias rondas de quimioterapia y perdió todo su cabello. Mi hijo y mi nuera se habían comunicado con esta fundación que hace pelucas con donaciones”, dijo con tristeza el Sr. Contreras al padre de José.

Luego se acercó al niño que ya estaba sentado en su escritorio y demostró su empatía por su acción, a pesar de las burlas realizadas en el pasado.

“Gracias, niño. No todos los héroes usan capa”, manifestó el Sr. Contreras. “Estaba tan equivocado. Por favor, perdóname”.

José solo asintió y le sonrió al hombre mayor y Pablo finalmente se acercó y estrechó la mano del Sr. Contreras. “Me alegro de que hayamos resuelto esto. Hasta luego, hijo”, saludó a José y salió del salón de clases.

El resto del día, todos los niños le preguntaron a José sobre su donación y cómo fue. Los niños también comenzaron a hablar sobre dejarse crecer el cabello y las niñas querían unirse. Habían aprendido una gran lección ese día.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Es mejor no juzgar a nadie por su apariencia: Todos tienen deseo de expresarse, y nadie tiene derecho a burlarse de ellos por eso.
  • Hacer algo caritativo puede inspirar a otros a hacer lo mismo: El acto de bondad y generosidad de José se contagió a sus compañeros de clase, quienes también querían hacer lo mismo.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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